Última hija de los Reyes Católicos y primera esposa de Enrique VIII de Inglaterra, nació en el Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares
NACIMIENTO E INFANCIA
Era una fría madrugada del 15 al 16 de diciembre de 1485 cuando toda la Corte, alojada en el Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares, aguantaba la respiración mientras la reina Isabel la Católica daba a luz a la que sería su última hija: una niña a la que llamaron Catalina en honor a su abuela Catalina de Lancaster.
Catalina creció feliz en la Corte itinerante de los Reyes Católicos, con la que residiría en Alcalá de Henares tres veces más. Las crónicas cuentan que era el vivo retrato de su madre: pelo castaño claro, ojos azules, cara redonda, tez pálida y muy inteligente. Fue educada para ser reina y a los cuatro años de edad fue prometida al Príncipe Arturo de Inglaterra en el Tratado de Medina del Campo, dentro de las políticas matrimoniales de los Reyes Católicos. Así, cuando no contaba aun con los 16 años, partió para Inglaterra y jamás volvería a España.
PRINCESA Y REINA DE INGLATERRA
Fue en la Catedral de San Pablo de Londres donde se casaría con el príncipe Arturo un 14 de noviembre de 1501. Pero fue un matrimonio corto: su esposo fallecería de sudor inglés apenas cinco meses después, sufriendo Catalina también los estragos de la enfermedad. Así, con 16 años, Catalina era viuda y se encontraba en una posición un tanto difícil puesto que, hablando en plata, ya no pintaba nada en la Corte inglesa. Pero esa situación no duraría mucho.
Su suego, Enrique VII, estaba deseoso de mantener las buenas relaciones con España y decidió casar a Catalina con el nuevo príncipe de Gales: Enrique. Este estaba completamente enamorado pero había un problema: el Derecho Canónico prohibía casarse con la viuda del hermano a menos que ese matrimonio hubiera sido declarado nulo. Para conseguirlo, se argumentó que entre Catalina y Arturo no se había consumado debido al caracter enfermizo del príncipe. De hecho, Catalina defendería esta postura durante toda su vida.
En 1509, tras fallecer el rey, Enrique se casa con Catalina y ambos son coronados en la abadía de Westminster como reyes de Inglaterra. La confianza entre ambos era total, hasta el punto de que Enrique nombró regente de Inglaterra a Catalina durante su viaje a Francia. Esta respondió derrotando al rey escocés Jacobo IV en la batalla de Flodden Field a la que, según cuenta la leyenda, llegó Catalina embarazada y con armadura para dar una arenga a las tropas.
Pero, como todos sabéis, esa situación idílica no duraría para siempre. Enrique VIII ansiaba un hijo varón pero este no llegaba a pesar de los múltiples embarazos de Catalina. Fue entonces cuando entró en escena Ana Bolena, a la que el pueblo inglés conocía como la mala perra, y todo derivó hacia una ruptura del monarca con la Iglesia Católica pues esta no le concedía la nulidad matrimonial con Catalina que buscaba. Así nació la Iglesia Anglicana, repudió a Catalina y se fueron sucediendo las hasta seis esposas, decapitadas o repudiadas, que tuvo Enrique en la búsqueda de un heredero hasta su muerte en 1547.
DESTIERRO Y MUERTE
Catalina, por su parte, había sido desterrada en 1531 al castillo de Kimbolton en el condado de Cambridge. Tuvo prohibido tener correspondencia y moverse del mismo. Falleció probablemente de cáncer el 7 de enero de 1536 aunque en Inglaterra corrieron rumores de que murió envenenada por Enrique VIII al hallarse negro su corazón en la autopsia. Fue enterrada en la Catedral de Peterborough, donde aún hoy descansan sus restos.
CATALINA, REINA MODELO
Catalina mantuvo amistad con los grandes eruditos de aquellos tiempos como Tomás Moro, Luis Vives o Erasmo de Rotterdam, quien dijo de ella que no solo es una de las mujeres más bellas de Europa sino la más inteligente que jamás hubiera conocido, además de dedicarle una de sus obras titulada Institutio Christiani Matrimonii.
Fue, además, una reina muy querida por su pueblo y por la nobleza inglesa y su recuerdo se mantuvo vivo mucho tiempo después de su muerte, engrandeciéndose durante el reinado de su hija María. De hecho, el mismísimo Williams Shakespeare diría de ella que era la Reina de todas las Reinas y modelo de majestad femenina.
¡Ah! Y una curiosidad: ¿Sabíais que fue ella la primera persona en Inglaterra en utilizar el tenedor? Mientras que en la corte castellana ya se usaba importado desde Italia, en Inglaterra aún comían con la mano.